"No se confundan. Líbano es vida, alegría, gente amable; no es negro ni blanco, es de colores. No somos terroristas, no somos delincuentes. Y digo 'somos' porque, aunque nací en Cuba, esta es mi segunda patria, a la que amo y admiro. No queremos más guerras", escribió Belkis en su Facebook hace pocos días.

Antes de responder las preguntas, envía un mensaje largo bajo el título de “Paz para Líbano”, que alude a los cientos de miles de desplazados, que para el instante en que este trabajo se publique superarán el millón.

Es un texto que alterna entre lo informativo y lo opinático, porque es difícil no opinar cuando las bombas amenazan con caer sobre tu cabeza, la de ella y la de él y la de ellos.

Habla de los niños asesinados por la agresión israelí, de las escuelas, mezquitas e iglesias que están acogiendo a las personas, de la ayuda de los vecinos que fueron convocados, una vez más convocados, a auxiliar, a hacer algo por quienes pudiesen.

Se refiere también a la Asamblea General de las Naciones Unidas en su edición 79, y se queja de que, aunque se les dijo de una u otra forma asesinos a Israel y a Estados Unidos, concretamente no se tomó ninguna medida y lo concreto hace falta, más ahora que nunca se siente que hace falta y que no alcanza con pararse a decir.

Luego las palabras forman una serie de preguntas retóricas que entran en disputa con los discursos que sustentan la agresión y vuelve nuevamente a los niños, porque con los niños las casualidades raramente existen. Los niños no se matan.

Después de leer la nota —que es lo que Belkis quiere que vea antes de hablarme, como para que queda clara la naturaleza de quien está del otro lado—, activo un triángulo pequeño y puedo escuchar por primera vez su voz.

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Por lo que me dice saco algunos cálculos. En 1990 había acabado el primer año de la Licenciatura en Economía. Eso quiere decir que Belkis Beatriz Vázquez Martínez tiene aproximadamente la misma edad que mi madre.

Vivía en Santa Clara, una ciudad del centro de Cuba, a poco menos de 300 kilómetros de la capital. Ahí se enamoró de un libanés que estudiaba Medicina en la isla y cuando él regresó a su tierra, ella le siguió los pasos. “Llevo 33 años en este país”, dice como quien marca una luz en el tiempo.

Desde su llegada, Belkis vivió en la zona sur de Líbano, específicamente en un pueblo llamado Nabatiye, a casi 75 kilómetros por carretera de Beirut.

En ese momento, cuenta, Israel tenía ocupada la zona y allí vivió, en territorio ocupado, aunque asegura que entonces las cosas no eran como lo que ocurre hoy.

Vio pasar varias guerras que a fin de cuentas pertenecían a una guerra misma, hasta que en el año 2000, reseña, el “Partido de Dios” liberó el territorio. Partido de Dios resulta la traducción exacta al español de Hezbolá.

En sus primeros 10 años en Líbano, Belkis había pasado por guerras, ocupación, liberación y aún así nada de aquello sería para ella como la guerra del 2006, cuando junto a su familia tuvo que salir de la casa y permanecer 40 días refugiada en un convento, quién sabe si a la buena de Dios.

Ahora regresa a sus primeros días y recuerda cómo en apenas un año aprendió el idioma, por lo que a la fecha que corre asegura hablar y leer perfectamente el árabe, aunque no lo escribe.

Se detiene en las estampas de los primeros días en Líbano y parece perderse, hasta que encuentra de qué agarrarse y dice que es lindo, un país lindo, y la palabra “lindo” resulta tan simple y exacta que al mismo tiempo es maravillosa.

“Y a la vez tan contradictorio…” y se adentra en los muchos partidos políticos y las tantas religiones que conviven con un Estado laico.

Es que todo es lindo, insiste y se le va el aliento por delante de la voz. “Antes de la guerra era la Suiza del Este, la Suiza del Oriente Medio”.

Los días que corren son demasiado duros como para que Belkis no se detenga en ellos. “Salimos de la casa sin nada”, arremete.

Estoy aquí en la casa de mis hijos que viven en la zona cristiana de Beirut, donde no pasa mucho. Tenemos prohibido entrar a nuestras casas del sur y estamos amenazados con que van a bombardear, con que van a seguir bombardeando. El pretexto es que acabarán con Hezbolá, pero eso es mentira. Lo que quieren es acabar y ocupar el Líbano como han hecho con Palestina.

De alguna manera, Líbano y Palestina siempre han estado juntos, de cara al mismo mar y a los mismos males. Líbano siempre ha defendido Palestina, dice Belkis. Siempre, de toda la vida. Según explica, no ha sido una defensa meramente institucional. De hecho, afirma, más allá de los poderes tradicionales, el apoyo casi siempre ha venido de parte de determinados partidos políticos y del pueblo, que siempre ha defendido a Palestina.

“Algunos partidos políticos y el pueblo”, no parecen sonar a poca cosa, me digo y de pronto dejo de escucharla.

Se acaba su voz y la pienso allá, 33 años después, con la edad de mi madre.

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