Con lágrimas, Elena narra su dura historia de separación en un centro de detención en Estados Unidos. Cuenta como dejó atrás, en la natal Guatemala, a su hijo de cinco años en busca de mejores días en la “tierra de la libertad y las oportunidades”; sin embargo, al parecer, los sueños están a punto de desvanecerse.

Meny, con angustia, vive el temor junto a su joven esposo, de que su bebé, aún por nacer, pueda ser deportado y peor aún, no adquiera la ciudadanía estadounidense que le toca por derecho y consagrada desde hace 160 años en la Constitución de ese país.

Estas son dos caras visibles de un mismo problema, que hoy mantiene en zozobra y con miedo a millones de migrantes, ante las redadas y órdenes ejecutivas firmadas por el presidente Donald Trump desde la llegada a la Casa Blanca el pasado 20 de enero, en las que este segmento poblacional son el principal blanco, en especial los que aún no han logrado regularizar el estatus migratorio.

Amenazas y promesas

Durante su campaña presidencial, el magnate hizo muchas promesas, entre ellas mejorar la economía del país, algo ansiado por todos que, en el afán de prosperar, no repararon en la peor de todas: la deportación masiva, una pesadilla ya vivida por muchos latinos en su primer mandato, en especial las mujeres, quienes, al cruzar la frontera, se encontraron en situaciones de vulnerabilidad extrema.

Las políticas de “tolerancia cero” desatadas por Trump entonces llevaron a la separación de familias, donde miles de niños fueron arrebatados de los brazos de sus madres, causando un trauma y sufrimiento inimaginable; una situación de desespero que no dista mucho de la realidad actual, como lo demuestra el decreto presidencial que intenta negar la ciudadanía por nacimiento.

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En ella, se ordena a las agencias federales no emitir documentos que reconozcan este derecho a los niños nacidos de madres que estén en el país "de forma ilegal" o con un estatus legal temporal, como visas de trabajo o de estudiante, a menos que el padre sea ciudadano o tenga un permiso de residencia permanente (green card).

Se trata, a juicio de expertos, de un intento de reinterpretar la 14ª enmienda de la Constitución, que fundamentalmente establece que todo aquel que haya nacido o se haya naturalizado en el país es ciudadano estadounidense.

Sin embargo, partidarios de la línea dura argumentan que la política es un "gran imán para la inmigración ilegal" y anima a las mujeres embarazadas indocumentadas a cruzar la frontera para dar a luz, un acto que se ha denominado peyorativamente "turismo de natalidad" o tener un "bebé ancla".

Mientras, la mayoría de los juristas coinciden en que el mandatario republicano no puede poner fin a la ciudadanía por derecho de nacimiento con una orden ejecutiva. Según el Instituto de Política Migratoria, el efecto acumulativo de restringir esta categoría elevaría el número de inmigrantes no autorizados en el país a 4,7 millones para 2050.

"¡Váyanse ahora!" Ese es el mensaje del gobierno de Trump a miles de migrantes en EEUU

Muchas demandas y algo de esperanza

Ante tales análisis, la avalancha de impugnaciones judiciales no tardó, entre ellas la de Meny, cuyo caso hoy está a la espera de una respuesta positiva como le confesó a BBC Mundo.

Nos da esperanza, porque el ser humano sobrevive de eso, de la esperanza de poder tener un futuro mejor, poder estar bien, de que su familia esté bien, de tener seguridad. Me siento con la fe de que esto que el presidente está ahora haciendo no lo va a lograr.

La demanda, presentada a finales de enero por la organización Asylum Seeker Advocacy Project, también incluye a otras embarazadas residentes en Estados Unidos, las cuales temen que, mediante la decisión presidencial y debido a su estatus migratorio o el de sus parejas, a los hijos los despojen de la ciudadanía estadounidense.

Entretanto, el desasosiego y el miedo se apoderan de Meny, quien descarta la posibilidad de retornar a Honduras, desde donde emigró en busca de una vida mejor para sus hijos.

Cuando llegamos tuvimos la suerte de que nos contrataran en un empleo así (educación y cuidado de personas con discapacidad mental, física o emocional) y luego siempre buscamos oportunidades en la misma área, porque con mi hijo, que tiene una condición de autismo, sé lo difícil que es estar al cuidado y la paciencia y el amor que necesitan.

También es consciente de que la atención y las oportunidades de desarrollarse que Maximiliano tuvo al crecer en California no las hubiera tenido en su país, y vive con "mucho estrés y ansiedad" la posibilidad de que su futuro bebé no tenga esa misma suerte, aseguró en entrevista a BBC Mundo. Por eso, "regresarnos a Honduras no es una opción, lucharemos el tiempo que sea necesario".

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